Este es el ideario de Batiburrillo 2012 (y también el de Batiburrillo de Red Liberal), figura a pie de página desde que se inauguró. |
Es
posible que más de un lector se haya preguntado: ¿Qué les han hecho a estos de
Batiburrillo que casi siempre se meten con la izquierda y el nacionalismo? ¿Es
que otros partidos políticos, como el PP, no tienen nada criticable desde el
punto de vista de quienes se dicen liberales? ¿Es que otras instituciones, pongamos
el Poder Judicial, no enseñan la patita en alguna ocasión? La respuesta,
querido lector, es mucho más sencilla de lo que parece: Todo en la vida es
cuestión de prioridades y aquí se denuncia con ahínco no el fallo ocasional,
sino la contumacia en la iniquidad política y la usurpación de la voluntad del
pueblo, caso, este último, que correspondería con mayor frecuencia y descaro a
los nacionalistas.
Por
el contrario, el afiliado político de la derecha liberal suele contar con una
profesión, a menudo ejercida durante años, que le evita atormentarse sobre si
su número de lista va a salir elegido. Algo que determina que en tales partidos
se practiquen menos zancadillas y codazos para llegar a la poltrona política o
para mantenerse en ella. A cambio de esa menor angustia para no quedar excluido
de los cargos que conllevan un sueldo, el político liberal o
liberal-conservador suele ser menos vehemente y acostumbra a analizar los
problemas con más sosiego e incluso displicencia, lo que muchas veces le determina
a rehuir las respuestas tajantes a cuantas ofensas proceden de los partidos
rivales, algunos de cuyos dirigentes han hecho de la política su profesión y
acostumbran a vivir obsesionados en desacreditar al rival: Le van las
habichuelas en ello, y esa necesidad la transforman en consignas callejeras
(ahora también twitteras), como la última del anormal Monedero, que culpa a Aznar de la foto del niño ahogado en la playa.
Pocas
dudas hay, para los que hayan sentido la tentación de meditar sobre la
época que les ha tocado vivir, que la malicia política está encarnada desde
hace más de un siglo por la izquierda y el nacionalismo, tan alejados una y
otro del simple logro del bienestar que el ser humano desea y que suele
cifrarlo en el trabajo, la salud y el respeto a sus semejantes. Un respeto que
cuando se lleva a su máximo grado se convierte en amor.
Si
ambas ideologías se dan juntas, socialismo + nacionalismo, entonces se alcanza
la vehemencia en la iniquidad política y se llega con frecuencia al crimen
descarado, tal es el caso de la ETA o el de esos partidos legales que albergan
en su interior a más de un antiguo terrorista que aún presume de ello. Son partidos,
conviene precisarlo, especialmente dañinos para cualquier tipo de convivencia y
a los que, por desgracia para España, el azar los ha convertido en poseedores de
la llave que abre, mejor dicho, que descerraja cuantas decisiones políticas se
apartan de la dignidad. Luego es ahí, en el cáncer de la sociedad que esa gente
genera, donde la crítica debe priorizarse y fijar su atención con mayor empeño.
Así,
pues, el fin de muchos artículos de este blog no es otro que denunciar y
reincidir en la denuncia sobre unos partidos liberticidas o unos dirigentes que
se presentan en sociedad, y a menudo triunfan, como abanderados de la
permisividad y la liberación de los pueblos. Esa postura tan radicalmente farsante,
que adoptan sistemáticamente a sabiendas de que no resiste un análisis en
profundidad, les hace especialmente despreciables ante los ojos de cualquiera
que ame la libertad real, una libertad sin menoscabo de las tradiciones más
apreciadas y valiosas heredadas de nuestros padres. Una libertad que no hay que
confundir con el radicalismo liberal, más propenso a juntar sus filas con los
paladines del cambio por el cambio, el cual a veces es atolondrado y esnob y
casi siempre utópico.
En
resumen: La izquierda y el nacionalismo, a pesar de que proclamen a las masas
lo contrario, nunca se sentirán interesadas en la libertad colectiva y mucho
menos en la individual. De hecho, son partidos creados y mantenidos entre las
clases menos ilustradas, como sucedió especialmente a finales del siglo XIX o
en el primer tercio del XX, con la intención de que sus fundadores o dirigentes
alcanzasen el poder para siempre, fuera en cargos públicos, fuera en otras
actividades pero invariablemente al amparo de los gobiernos amigos. La
ilustración de las masas es, en esta gente radical y despótica, completamente
innecesaria, realmente poco ventajosa para ellos y desde luego contrapuesta a
sus intereses. De ahí las Logses y similares.
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