Campmany falleció hace 10 años, se cumplieron el 13 de junio. En la
imagen, el rostro del gran Campmany nos ofrece una sonrisa pícara y simpática
solamente comparable a la de otro grande, Josep Pla, también de grato
recuerdo.
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Se
nos ha muerto Campmany en un año de sequía. Claro que para él, como buen
murciano confeso, la sequía era el pan nuestro de cada día en esta tierra
castigada —a la que amaba desde la distancia de su Madrid venturoso— por la
mano de la naturaleza y la de algunos hombres vendidos al mejor impostor,
repito y enfatizo: ¡al mejor impostor!
Lo que más siento de tan lamentable pérdida, quizá él también pudiera
considerarlo así —o al menos se desprendía de sus escritos—, es que se ha
llevado consigo ese regusto amargo de la España repudiada por quien mayor
obligación adquirió de cuidarla, ese horroroso político conocido como ZP.
Ha
fallecido un maestro y un ejemplo para muchos: Campmany. Con el apellido sobra
para que todos sepan de quien se habla y a quien se ensalza. Hasta la víspera
de su sentirse mal, de su indisposición repentina, Campany trabajó en la
redacción de ese folio diario que hoy también publica ABC. ¡Quién pudiera mantener el discernimiento y la voluntad de
escribir hasta los ochenta años! ¡Qué envidia! ¡Quién pudiera acarrear a sus
espaldas, como don Jaime Campany y Díez de Revenga, sesenta y dos años
dedicados a escribir y a enseñar! Descanse en paz el gran columnista del
periodismo contemporáneo. Honor a él en el décimo aniversario de su
fallecimiento.
Artículo revisado, insertado el 13 de junio
de 2005 en Batiburrillo de Red Liberal
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