Cualquiera
que no esté entusiasmado con esa Cataluña huérfana de democracia, en la que
cinco miembros de su mafiosa clase política suelen reunirse en torno a un velador
para disponer el futuro de más de cuarenta y cuatro millones de habitantes —que
somos los que acabaremos afectados e infectados por la decisiones que allí se
tomen—, habrá reparado sin mucho esfuerzo en que Carod-Rovira (o como se
llame ese fulano) y su lacayo Maragall (el segundo peor presidente de la Generalitat
que han contemplado los siglos) se han agarrado un buen berrinche a cuenta de
un par de pancartas exhibidas en la manifestación de Salamanca en contra del
expolio del Archivo de la Guerra Civil. En una de esas pancartas se le deseaba
el paredón a un tal Rovira (a saber de qué Rovira se trataba) y en la otra se
veía el dibujo de una sepultura y se le decía a un tal Carod (quizá nadie sepa
qué Carod era el aludido) que allí tenía su casa.
A fe mía que los dueños de las pancartas han sabido hacerlo con
no poca picardía. Cada uno de ellos ha jugado con uno de los apellidos del
farsante para quedarse al margen de cualquier posible demanda. Es como si en el
letrero hubiesen puesto algo así: “García, sabandija, le tocaré el culo a tu
hija”. Y de repente, dos millones de Garcías, en primer o segundo apellido (o en
apellidos inventados y/o guionados), se sintiesen dispuestos a interponer una
querella criminal contra el tocador de culos.
Los
Carod y los Rovira son muchos menos que los Garcías, evidentemente, pero hay
unos cuantos cientos de ellos y nadie, salvo que se tenga la conciencia de
color subsahariano profundo, se daría por aludido ante el simple hecho de que
la gente le desee a uno que pase a mejor vida (no sé si política o física, mi
fuerte nunca ha sido la geografía). Es el precio mínimo que se debe estar
dispuesto a pagar por hacerse aborrecible y dedicarse a mortificar al prójimo,
tratando de romperle a uno la patria, por ejemplo.
Claro
que Carod (a saber de cuál hablo), lo primero que ha declarado es que esas
pancartas representan amenazas de muerte para su persona. Y lo dice con toda la
desvergüenza del mundo quien llegó a reconocer que se había reunido con la
cúpula de ETA (quién sabe lo que pactó), esa ONG que no es que amenace
directamente a miles de ciudadanos españoles, no, es que tiene en su haber casi
un millar de asesinatos y muchos miles de heridos. Y por si fuera poco, han
sido unas declaraciones, las de Carod (a saber de cuál hablo), a las que no ha
tardado en secundarle su monaguillo adicto al vino de misa, ese otro fulano de
talante desquiciado y sectario (hay que ver cómo degeneran algunos que parecían
buenecitos, saltarines y olímpicos) que pretende ahora convertirnos a los
cuarenta y cuatro millones de afectados, e infectados, en confederados al
equidistante modo, o sea, algo así como: Reúnanse para la dispersión. ¡Serán fascistas!
O lo que es peor: ¡Serán nazis! Y a todo esto, nuestro Insignificantez
Zaparatero (sólo se puede hablar de uno) tocándose el níspero y sonriéndole al
horizonte.
A la memoria de mi gran paisano Jaime Campmany,
el mejor jugador de mus de esta galaxia.
Artículo revisado, insertado el 13 de junio de 2005 en Batiburrillo de Red Liberal
Te digo que no tiene desperdicio. No te pares, sigue, sigue.
ResponderEliminarMe alegro de que te guste.
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