Cómo me gustaría que en España hubiese una alternancia política acorde con el mundo occidental donde se integra nuestra nación, la Unión Europea. La cantidad de horas en berrinches y mala uva que nos ahorraríamos todos. Nos limitaríamos a trabajar, a estudiar, a crear arte, a divertirnos o a practicar deportes..., según el gusto de cada uno. La política, más o menos liberal o intervencionista, la dejaríamos para las ejecutivas de los partidos y sus respectivos programas electorales, que deberían cumplirse con rigor, con mucho rigor, y a sabiendas de que la cuestión económica sería el factor determinante a la hora de sopesar las intenciones de una u otra formación política.
Pero todo lo anterior, que es la situación más corriente en los países con democracias bien asentadas y sin rencorosas “Memorias Históricas”
que recuperar, aquí, en España, no es posible valorar en su justa medida ni
llevar a la práctica, puesto que no se le da ninguna prioridad a
buscar soluciones que mejoren el bienestar de los ciudadanos, más bien al
contrario. Cuentan mucho más otros aspectos artificiales de la política que
los partidos regionales, sedicentes nacionalistas pero en realidad
separatistas, han ido creando a lo largo de los últimos 35 años, hasta
convertir sus necesidades ficticias en temas vitales, que además es preciso satisfacer con
urgencia y a costa de toda la Nación española.
Por
lo tanto, lo que hoy día marca la política del gobierno de España es la
necesidad de reconocerles a los separatistas su condición de integrantes de una
nación distinta a la española, también la obligación de aceptarles su
imposición idiomática en el territorio que controlan, incluyendo la difusión al
ámbito europeo, y de recompensarles al coste que sea preciso unas balanzas
fiscales que aseguran deficitarias desde hace décadas, sin que tengan en cuenta
otros tipos de balanzas, todas muy favorables a ellos. Y no hay más. Esas son
todas las preocupaciones que hoy, en la España de los 45 millones de
habitantes, ocupan a un gobierno socialista cuyo presidente no es capaz de ponerse ante el
espejo y de preguntarse a sí mismo: ¿Qué estas haciendo, insensato?
Así,
pues, no hay más preocupaciones que las descritas, todas ellas relacionadas con
la desunión de España. Eso sí, se han magnificado a propósito para convertirlas en una cortina de humo
que tape las incompetencias de los gestores públicos, algo especialmente
aplicable en el caso de los gobiernos separatistas. Porque en absoluto debe
haber otras preocupaciones, ya que en el momento en que la nación de diseño, el idioma propio impuesto y hablado por una minoría y la compensación financiera en forma de acaparamiento de
infraestructuras... dejase de orientarse en la dirección conveniente, ésa que
todos sabemos cuál es, Rodríguez Zapatero duraría de presidente del gobierno de
España lo que tardase en formalizarse una moción de censura.
No
digamos nada si se paralizaran los proyectos de nuevos estatutos que tanto
ambicionan los gobernantes nacionalistas catalanes y vascos, alguno de ellos muy avanzado
como el que propone el socialista Maragall. Porque de no conseguir los españófobos
sus metas propuestas, metas perfectamente definidas para cada legislatura y con
un destino final que incluye fronteras, no hay ninguna duda de que morirían
matando y llevándose por delante a todo bicho viviente. Y Zapatero lo sabe, y
le horroriza que algo así pudiera sucederle y por lo tanto no quiere ser el primer
bicho en caer de la poltrona.
En
circunstancia normales, que desde luego no son las que se dan en España, yo no
le dedicaría mucho más de una hora, cada dos o tres días, a repasar la prensa
en Internet, pero en la actualidad es una decisión poco recomendable si se
desea estar bien informado. Son de tal calibre y de tal abundancia las
trastadas políticas que comete a diario este gobierno socialista, por llamar de
algún modo a los que ahora mandan, que ni pasándose uno 10 horas diarias ante
la pantalla de Internet, con actualizaciones reiteradas a los diversos medios,
lograría ponerse al corriente de tanto entuerto. Si todo fuese como en un país
normal, repito, no estaría escribiendo este artículo, entre otros motivos
porque no habría tenido la necesidad de crear Batiburrillo.
Pero
esa necesidad la advertí, con perdón, al poco de comenzar a gobernar ZP, a
quien entonces ya le suponía muy incompetente e interesado (sus catastróficos años
de oposición le delataban), pero no sospeché que fuese tan
borrico como para intentar cargarse la España cuyo gobierno está más que encantado de
presidir. Es así, al comprobar a diario cómo el control de la nación española se le está
yendo de las manos. Y lo que es más grave, no parece que le
importe gran cosa. Sin embargo, lo que no acabo de entender es que la gente no
lo perciba de ese modo. Me refiero a la mayoría del pueblo, que parece
encandilada ante un fulano siempre sonriente y dispuesto a venderle su alma al diablo con tal de
completar la legislatura en la misma poltrona.
De
acuerdo en que los medios de comunicación son filo-socialistas en su mayoría,
por distintos motivos. De acuerdo, también, en que el pueblo come, cena y se
entretiene con los telediarios de este Régimen de sectarios. Pero yo igualmente
veo esos informativos y no por eso me siento inclinado a la admiración de un político tan zopenco. De modo que si yo, que me considero del más puro
montón, soy capaz de advertir la deriva socialista hacia la nada, ¿cómo es
posible que gente mucho más inteligente y culta siga respaldando a ese líder de
la nada? ¡No me lo explico! ¿Seré yo, acaso, quien esté fuera de la realidad de
este mundo y no sea capaz de valorar la política de Zapatero? La verdad sea
dicha, comienzo a dudarlo.
Artículo
revisado, insertado el 22 de junio de 2005 en Batiburrillo de Red Liberal
PD: Fue tal la cantidad de propaganda que el socialismo nos endilgó en la primera etapa de ZP, toda ella envuelta en falsedades, que a pesar de una gestión tan sumamente calamitosa volvió a ganar las elecciones para un segundo mandato. Eso sí, en 2008 repetía Tancredo Rajoy, quien parece que solamente al final de esta legislatura (2015) comienza a espabilarse un milímetro, vamos, sin mucho entusiasmo. Veamos si Mariano es capaz de lograr un segundo mandato y sin abandonar la economía al fin entra de lleno en los temas políticos, como por ejemplo la reforma de una Ley electoral que contemple primar al partido más votado o bien, preferentemente, una segunda vuelta para decidir entre las dos formaciones principales. Lo que nos permitiría arrinconar a los separatistas, que hoy son casi el único problema de España.
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