El
Parlamento Europeo tiene una definición muy precisa para determinados tipos de
estados, los denomina failing states (estados en
desintegración) o cuando el proceso ha concluido entonces los llama failed
states (estados desintegrados). Tales definiciones fueron formuladas en
septiembre de 2002, ante las Naciones Unidas, por Jack Straw, ministro de
Asuntos Exteriores del Reino Unido, quien agrupó los grandes desafíos a los que
se enfrenta la comunidad internacional en tres categorías: el terrorismo, las armas
de destrucción masiva y los failing states.
El
tercer desafío expuesto por el ministro británico, sobre cuyo alto nivel como
representante de la política internacional pocas dudas caben —a diferencia del
insignificante y atolondrado Moratinos—, acabó reflejado un año más tarde en el
Boletín terminológico del Parlamento Europeo, concretamente en el nº 63, de 16
de Septiembre de 2003. En dicho Boletín y referidos al primer grupo, o sea,
estados en desintegración, se ponen como ejemplos a Pakistán, Georgia, Albania,
Yemen, Nigeria e Indonesia, y los denomina así argumentando que se trata de
países "con regímenes débiles [...] aunque no abiertamente inoperantes”.
Sobre
el segundo grupo, es decir, estados desintegrados, el Boletín cita los nombres
de Afganistán, Somalia, la República Democrática del Congo y Sudán. Recordemos
que se trata, nos obstante, de una evaluación formulada en septiembre de 2003 y
que en esa fecha la situación de los países componentes del segundo grupo hacía
pensar de cada uno de ellos que "si bien conserva su capacidad jurídica,
en términos prácticos ha perdido su habilidad para ejercerla". Y añade el
Boletín: “En el aspecto político, en el failed state se produce "el
colapso interno […] y el desmoronamiento total o casi total de las estructuras
que garantizan la ley y el orden". En el aspecto funcional, se observa
"la ausencia de órganos capaces, por un lado, de representar al Estado a
nivel internacional y, por otro, de recibir influencias del mundo
exterior".
Desde
el punto de vista sociológico, los failed states se caracterizan por
dos fenómenos: “El primero de ellos es el colapso del núcleo del Gobierno, lo
que Max Weber acertadamente definía como el "monopolio del poder". En
tales Estados, la policía, el poder judicial y otros órganos que sirven para
mantener la ley y el orden o bien han dejado de existir o bien no tienen ya la
capacidad de funcionar. En muchos casos se usan para fines diferentes a
aquellos para los que se crearon. […] La segunda característica típica […] es
el salvajismo y la intensidad de la violencia empleada por las fuerzas del
orden”.
Lo
que comienza a ocurrir en España no se encuentra de lleno, todavía, en ninguno
de los dos estadios citados, si bien posee ya, de forma solapada, algunas de
las características tanto del Estado “en desintegración” como del Estado
“desintegrado”. Veamos en qué aspectos del primer grupo encajaría la España
actual: 1.- “Gobierno débil”, puesto que depende de minorías políticas que
aspiran claramente a desintegrar el Estado. Aquí incluso se da la condición de
Gobierno irresponsable, toda vez que dispone de la posibilidad de llegar a
acuerdos con el principal partido de la Oposición y ha decidido prescindir
expresamente de ellos. 2.- “No abiertamente inoperante”, aunque sí bastante
cercano a la inoperancia y por la misma causa: Por imposición de terceros se
han anulado leyes consideradas de gran utilidad para el bien común, como el PHN
y la LOCE, y se estudia con simpatía, e incluso con promesas de aceptarlas,
determinadas reformas estatutarias sobre las que recibe, e ignora abiertamente,
toda clase de avisos acerca del peligro que representan para el normal
funcionamiento de nuestro Estado unitario.
En
el segundo grupo, el de los estados desintegrados, es evidente que el débil
Gobierno de España no reacciona como debiera ni en el País Vasco, donde los
filoterroristas han tomado de nuevo la calle, y por lo tanto se produce la
condición manifestada por Weber: “la policía, el poder judicial y otros órganos
que sirven para mantener la ley y el orden o bien han dejado de existir o bien
no tienen ya la capacidad de funcionar”, ni tampoco en Cataluña, donde las
fiestas tradicionales, como las del barrio de Gracia en Barcelona, degeneraron
en auténticas batallas campales, o como las del barrio barcelonés de Sans, en el
que las denominadas fiestas “alternativas” han ocasionado heridos y todo tipo
de estragos.
En
el caso del País Vasco, el gobierno de la Nación culpó de los alborotos de
Batasuna al gobierno autonómico, que será todo lo ineficaz que se quiera y
además lo es desde hace años, pero precisamente por eso se creó la “Ley de
Partidos”, una ley olvidada por este Gobierno débil para justificar su
pasividad. En el caso de Cataluña, representado por las batallas campales en
diversos barrios de Barcelona, este Gobierno débil ha responsabilizado al
Ayuntamiento aun cuando es de su misma tendencia política. En Cataluña hay,
además, otros casos de violencia no menos despreciables al de las fiestas
“alternativas” promovidas por colectivos okupas y similares, como serían los
cierres o traslados forzosos de delegaciones del Partido Popular. Sirva de
ejemplo el caso de Figueras, en Gerona, donde se repite lo que ya sucedió en
Reus, y que además fue minimizado por la delegada del Gobierno socialista.
Para
cualquier observador que disponga de cierta perspectiva, los casos de violencia
de una y otra zona son, a todas luces, desistimientos de un Gobierno débil que
a través de sus delegados está en la obligación de no ceder en el monopolio del
poder represivo policial ante casos claros de delincuencia e incumplimiento de
las leyes. Sí, es cierto que quizá no son comparables, ya que en el País Vasco
los simpatizantes de la banda terrorista ETA se han adueñado de las calles,
pero si analizamos el fondo de la cuestión es preciso formularse la siguiente
pregunta: ¿Qué clase de democracia hay en Cataluña para que no sea posible
mantener abiertas y con garantías de seguridad las sedes del principal partido
de la Oposición? Segunda pregunta: ¿Es así, mediante tal praxis “democrática”,
como los sedicentes “patriotas” catalanes llegan a la conclusión de que el 90%
cree que Cataluña es una nación?
A
este respecto cabe recordar (aseguraría que ésta es la memoria que se debe
conservar, no la falsaria “histórica” que otros reivindican) que en la víspera
de las últimas elecciones generales (en 2004) las delegaciones del PP en casi toda España
fueron asaltadas por izquierdistas radicales, muchos de los cuales respondían a
mensajes de convocatoria enviados desde las ejecutivas de la entonces
Oposición. Por ejemplo, en la sede del PP en Barcelona, situada en una planta
baja de la calle Urgel, “sólo” volcaron en la puerta un camión de estiércol y
la apedrearon salvajemente, pero a otras les lanzaron cócteles molotov y fueron
incendiadas. En el caso de Barcelona, gente de ERC, hoy socios del Gobierno,
posteriormente se ufanaron de ello, los mismos que ahora se ufanan de haber
cerrado las sedes de Reus y de Figueras, o de tumbar el último toro de Osborne
en Cataluña, o de montarle un "poyo" a Aznar durante la firma de
libros en el Corte Inglés de Barcelona, o de sabotear conferencias en la
Universidad a cargo de catedráticos como el Sr. Raja y sus invitados o de...
Sí,
decididamente nos encontramos con un Gobierno débil o infinitamente sectario (2005),
que todavía es mucho peor, y que marcha a pasos agigantados hacia un Estado
desintegrado (failed), porque en desintegración (failing) ya parece
estarlo. Y esto no ha hecho más que empezar. Pero que conste que en Europa
tienen una definición clara para ciertos estados débiles e inoperantes.
Esperemos que al final no nos incorporen al grupo de Somalia o la República del
Congo. ¡Qué vergüenza!
Artículo revisado, insertado el 29 de agosto de 2005 en Batiburrillo de Red Liberal
PD: Lo que Zapatero inició entre 2004 y 2011, el sometimiento a los partidos separatistas, podría llegar a concretarse a partir de 2016 si llega a formarse esa horrorosa coalición de gobierno que se ve venir entre el PSOE de Pedro Sánchez con la morralla de Podemos, Compromís y el resto de bandas de antisistemas aficionados a cumplir la Ley solamente cuando a ellos les gusta.
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