martes, 11 de agosto de 2015

A los del sur ni agua, que la derrochan

En 2015, las inundaciones causadas por el Ebro han sido las más importantes de los últimos 100 años, según se indica desde el Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente. No solo se vio afectada Zaragoza, como se aprecia en la imagen, sino que el río se desbordó prácticamente desde el inicio de su cauce hasta la desembocadura, donde vertió al mar el equivalente a 30 trasvases anuales.

Casi todo el mundo tiene claro que Zapatero aplicó el decretazo al Plan Hidrológico por imposición de Maragall, personaje que a su vez, como condición indispensable para acceder a la presidencia de la Generalidad catalana, sufrió un torcimiento de brazo propinado por ERC. Bueno, la verdad es que tampoco se lo dejó torcer demasiado, como mucho una ligera presión en el codo, porque don Pasquale, en pleno uso de esa demagogia socialista que le caracteriza, ya había dicho en alguna ocasión que a los del sur ni agua, que la derrochan.

El comentario de Maragall, aunque no exento de mala leche, en su momento parecía más bien el fruto del apasionamiento electoral de un candidato que iba a por todas, con la quinta puesta, y así se lo tomaron muchos de sus votantes de origen murciano y andaluz. Otra cosa bien distinta es que las declaraciones las hubiese efectuado investido de President, en cuyo caso habría motivos más que sobrados para pasearse a diario ante el Palau, exigiendo su dimisión. Lo que ocurre es que la Esquerra le cazó a lazo la idea y con ella reforzó su propio concepto de negarle el agua a la España que no es simpática y, si hubiesen podido, también les hubieran negado el mismo aire que respiran a los del otro lado del Ebro; eso sí, la filosofía de los republicanos nacionalistas es aplicable mientras determinados territorios se consideren España y no pasen a integrar el Imperio carodingio, también denominado por ellos Els Països Catalans.


Pero como los totalitarios de Carod eran muy cucos y no se fiaban ni de su sombra, cuanto menos de la del frívolo Maragall, exigieron que en el acuerdo nupcial entre ERC y el PSC se reflejara el finiquito del trasvase a tierras levantinas contemplado en el Plan Hidrológico Nacional. El candidato de los nacional-socialistas (a cada cosa por su nombre), bajo el síndrome de “o me caso ahora o no me casaré nunca”, aceptó en las capitulaciones matrimoniales una imposición que a los de Esquerra les ha permitido decidir quien bebe agua en España y quien pasa sed. Así, pues, aunque acunado amorosamente por el propio Maragall, es Carod el que ha evitado que llegue el agua hasta esos pueblos sedientos del levante español y Almería, como se han encargado de denunciar públicamente los presidentes autonómicos de Valencia y Murcia. No así el presidente socialista de Andalucía, ¡qué raro!

Aparte de su doble nacionalidad en cuanto a los progenitores, papá aragonés y mamá catalana, oriundos ambos de regiones donde abunda la oposición al trasvase porque entre sus habitantes ha menudeado la andanada sectaria, no acabo de entender qué motivos de peso pueda tener Carod para desear que a una amplia zona de “Els Països Catalans” no se le facilite parte del agua que ahora se tira. O hay mucho odio residual hacia el PP, y se quiere destruir sin más uno de sus grandes proyectos, o el caso de Carod obedece a razones maquiavélicas inconfesables.

Veamos, entendería que Carod se opusiera a la llegada de las aguas del Ebro hasta los campos de la provincia almeriense, que al fin y al cabo quienes los cultivan son gentes muy alejadas del “Cap i Casal”, Barcelona, y los miles de almerienses radicados en el feudo de Carod votan como un solo hombre al PSC e ignoran a Esquerra, a pesar de que Roviretxe se queda afónico en cada campaña proclamando algo así como que catalán puede serlo cualquiera con tal de desearlo (no importa dónde haya nacido), al menos hasta que introduzca la papeleta en la urna.

Entendería también que Carod negase el agua a los murcianos, aun cuando en Cataluña viven más de 300 mil de ellos y algún voto despistado quizá haya caído en su candidatura. Por otro lado, el altiplano murciano, cuyas localidades más importantes son Yecla y Jumilla, formarían parte de ese imperio Catalán que Carod proclama como deseable. Luego el caso murciano, al menos parcialmente, ya no está tan claro. Y más si tenemos en cuenta que el Atlas lingüístico de la Gran Enciclopedia Catalana, en cuya redacción se asegura que participó el propio Carod, adentra fantasiosamente el uso del catalán hasta “Jumella” y “Iecla”, que es como denomina a las dos poblaciones murcianas; eso sí, lo hace a su modo mientras exige que todo bicho viviente pronuncie Girona y Lleida.

Lo que no me cabe en la cabeza por más vueltas que le doy, y reconozco que en esto de la política uno es de infantería, donde jamás se tiene acceso a la estrategia del Alto Estado Mayor, es cómo demonios puede justificar Carod que a esas comarcas tan necesitadas de agua del País Valencià (ellos lo denominan así), sobre todo las alicantinas, no sea bueno que les lleguen las sobras de lo mucho que se tira en Deltebre.

La imagen corresponde al lujurioso delta del Ebro en una situación de normalidad. Cuando llega el desbordamiento, lo que sucede entre una y tres veces al año, casi todas las tierras que se observan quedan inundadas. 

Carod, que hace poco paseó su propia imagen en procesión por las calles de Valencia y pidió unidad y solidaridad entre los Países Catalanes, está claro que actuó allí con una hipocresía digna del personaje que semanas antes había firmado un pacto con Maragall donde se incluía la desaparición del trasvase del Ebro. Sí, Carod pregonó en Valencia, con suprema doblez, una solidaridad que no sentía, como bien se ha demostrado ahora. El republicano, solidario de boquilla y de salón, nunca deja de actuar como esos políticos socialistas que en campaña electoral prometen algo en una comunidad y lo contrario en la comunidad vecina. Sólo que el tripartítico va por la vida en aparente actitud de “mans netes” (manos limpias) y su dualidad moral resulta más clandestina y perniciosa.

Diríase que Carod busca la anexión de la Comunidad Valenciana (denominación oficial) por sometimiento a la potente Cataluña. Se trata de usar las clásicas ideas totalitarias de cualquier nacionalismo, en las que el expansionismo nunca intenta alcanzarse en pie de igualdad, sumando voluntades, sino por avasallamiento y sumisión del territorio ambicionado. Al nacionalista catalán no le interesa para nada que la región a engullir sea próspera y se encuentre en manos de un rival político que lo esté haciendo relativamente bien. Prefiere el caos, que comportaría la eliminación del PP en Valencia, y un rastro de miseria necesario para entrar como liberador y asentar sus reales para los restos. En el fondo, no es más que el típico método nazi.

Como decía el clásico, el débil tiende a caer en la esclavitud y el esclavo a plegarse a los deseos de otros. Apunta un proverbio hindú: El árbol deshojado es el amante de los ciclones. De modo que, según esa filosofía de la rendición incondicional que algunos nacionalistas desean poner en práctica, con Carod al frente (o el energúmeno que lo sustituya), lo mejor para que el árbol se deshoje es dejar de regarlo. A los del sur ni agua, que prosperan y no podemos someterlos. Tradicional método que determinados socialistas, otra secta destructiva, llevan más de 20 años usando en Extremadura y Andalucía, dos regiones en las que el ciclón de la penuria sopla con fuerza.

Artículo revisado, insertado inicialmente el 20 de junio de 2004 en Batiburrillo de RedLiberal  


PD: Los de Murcia y en general los de la mitad sur oriental de España, estamos pasando un verano de calor y sequía horrorosa. De ahí que haya deseado rescatar un artículo en el que se habla de la mezquindad del social-nacionalismo al oponerse a la llegada de algo de agua a estas tierras, tan necesaria y tan despilfarrada en sus enormes vertidos anuales al mar. 

2 comentarios:

  1. Anónimo21:56

    No es exactamente mezquindad, aunque también. Se trata de incompetencia y abyección.

    Cuando un pueblo está en decadencia suele estar gobernado por los más incompetentes, que en el caso de pueblos con votaciones, aún tiene más dleito, pues son los propios borregos los que eligen a los pastores, entre los peores.

    Para que se note menos la incompetencia todos tienden a hundir al vecino, así si el vecino no prospera, no se verá lo tontos que son ellos. Si a los gobernantes catalanes sumamos los gobiernos que nos damos, como el de ese que mencionas, tenemos las condiciones perfectas para que nadie en España pueda prosperar aunque quiera, que tampoco sabemos si querrán.

    Porque en Murcia están suspirando por el agua y sabemos si los políticos murcianos serían capaces de sacarle partido. No vaya a pasar como con la censura. Recuerdo que todos pedíamos el fin de la censura. Por fin se acabó y en estos cuarenta años no se ha hecho ninguna obra teatral digna de ese nombre y las poquísimas películas buenas que se han hecho hubieran pasado la censura sin problemas. Luego no era la censura, era la falta de talento.

    Y por supuesto no menciono las provincias andaluzas que recibirían el trasvase, porque ocn el susanato todo es inutil para empezar.

    Pacococo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Un comentario muy apañao. Solamente una puntualización: No sé si los políticos murcianos sería capaces de sacarle partido al agua, pero te aseguro que los agricultores se frotarían las manos si pudieran disponer de un poco más. Casi sin agua mira lo que producen con sus sistemas de riego ultramodernos, pues imagínate con agua.

      Eliminar

Comentarios moderados.